Troya

Eduardo Galeano
     No había nada ni nadie. Ni fantasmas había. No más que piedras mudas, y alguna que otra oveja buscando pasto entre las ruinas.
     Pero el poeta ciego supo ver, allí, la gran ciudad que ya no era. La vio rodeada de murallas, alzada en la colina sobre la bahía; y escuchó los alaridos y los truenos de la guerra que la había arrasado.
     Y la cantó. Fue la refundación de Troya. Troya nació de nuevo, parida por las palabras de Homero, cuatro siglos y medio después de su exterminio. Y la guerra de Troya, condenada al olvido, pasó a ser la más famosa de todas las guerras.
Eduardo Galeano
Espejos

Otras Vidas



Te conocí en Boston, aunque nunca estuve allí.
Si me sirves otro trago juraré que existe allí,
alguien que esté pensando en el hombre que no soy.
No encuentro razones, lejos del mini-bar.
Los números pares me ayudan a olvidar
las cosas que no hice, las cosas que dije,
los viajes prometidos, los momentos infinitos
por ejemplo, tal vez no beba más..
Es el mundo el que se empeña en ponernos siempre a prueba
y es que sabes, no podemos ganar..
Mañana será distinto,
trataré de no ser yo, para interesarte un poco
emborrachar tu corazón, pero ahora dejame solo.
Quiero olvidarme de ti,
para vivir otras vidas, y volverte a conocer;
para volar a Masachusett en un vaso de cristal,
y alojarme en hoteles muy cerca del muelle,
y que las promesas falten los domingos por la tarde
y después.. tal vez no beba más..
Que crucen lagos y mares, que se eleven por los aires
y después, que nos dejen en paz..
No quiero que dudes nunca que eres mi sangre entera,
pero ahora, ahora dejame en paz..
.

Calles de Asilah

Josefa Parra
Quise escribir azul
y encontré la pureza
de tus calles cubiertas de turquesas y flores.
La cal contra el silencio de un cielo de verano.
Esquinas donde el sol bordaba el mediodía.
Espliego y yerbabuena, el mar alto, la vida
y el ameno rumor también azul de un nombre.
Josefa Parra
La hora azul


Cuando los barcos navegaron sobre la tierra (Constantinopla)

Eduardo Galeano
El emperador Constantino bautizó con su nombre a la ciudad de Bizancio, y se llamó Constantinopla este estratégico punto de encuentro entre Asia y Europa.
Mil cien años después, cuando Constantinopla sucumbió al asedio de las tropas turcas, otro emperador, otro Constantino, murió con ella, peleando por ella, y entonces la Cristiandad perdió su puerta abierta al Oriente.
Mucha ayuda habían prometido los reinos cristianos; pero a la hora de la verdad, Constantinopla, sitiada, asfixiada, murió sola. Los enormes cañones de ocho metros, perforadores de murallas, y el insólito viaje de la flota turca, resultaron decisivos en el derrumbe final. Las naves turcas no habían podido vencer las cadenas, atrevesadas bajo las aguas, que les impedían el paso, hasta que el sultán Mehmet dio una orden jamás escuchada: mandó que navegaran sobre la tierra. Apoyadas en plataformas rodantes y tiradas por muchos bueyes, las naves se deslizaron por la colina que separaba el mar Bósforo del Cuerno de Oro, cuesta arriba y cuesta abajo, en el silencio de la noche. Al amanecer, los vigías del puerto descubrieron, horrorizados, que la flota turca emergía ante sus narices, por arte de magia, en las aguas prohibidas.
A partir de entonces, el cerco, que era terrestre, se completó por mar, y la matanza final enrojeció la lluvia.
Muchos cristianos buscaron refugio en la inmensa catedral de Santa Sofía, que nueve siglos antes había brotado de un delirio de la emperatriz Teodora. Metidos en la catedral, esos cristianos esperaban que del cielo bajara un ángel y corriera a los invasores con su espada de fuego.
El ángel no vino.
Sí vino el sultán Mehmet, que entró en la catedral, montado en su caballo blanco, y la convirtió en la principal mezquita de la ciudad que ahora se llama Estambul.

Eduardo Galeano
Espejos

In the city in the rain

The 6ths

In the city in the rain you've got a beautiful face.
In the cityin the rain you vanish without a trace.
In the city in the rain you've got mysterious ways.
In the city in the rain I'm gonna spend all my days.

I think I'm gonna dance all night long.
I think I'm gonna dance till the moon goes down.

In the city in the rain, inside a smoky cafe.
In the city in the rain you tell me that you'll stay.
In the city in the rain you suddenly slip away.
In the city in the rain I'm gonna spend all my days.

In the city in the rain I hear the screaming of tires.
In the city in the rain I'm setting myself on fire.
In the city in the rain, among the beautiful lights.
In the city in the rain I think I'll dance all night.

The 6ths
Wasps' Nests

Ciudad (After Dark)

Haruki Murakami
Perfil de una gran ciudad.
Captamos esta imagen desde las alturas, a través de los ojos de un ave nocturna que vuela muy alto.En el amplio panorama, la ciudad parece un gigantesco ser vivo. O el conjunto de una multitud de corpúsculos entrelazados. Innumerables vasos sanguíneos se extienden hasta el último rincón de ese cuerpo imposible de definir, transportan la sangre, renuevan sin descanso las células. Envían información nueva y retiran información vieja. Envían consumo nuevo y retiran consumo viejo. Envían contradicciones nuevas y retiran contradicciones viejas. Al ritmo de las pulsaciones del corazón parpadea todo el cuerpo, se inflama de fiebre, bulle. La medianoche se acerca y, una vez superado el momento de máxima actividad, el metabolismo basal sigue, sin flaquear, a fin de mantener el cuerpo con vida. Suyo es el zumbido que emite la ciudad en un bajo sostenido. Un zumbido sin vicisitudes, monótono, aunque lleno de presentimientos.

Haruki Murakami
After Dark


La Ciudad de los Muertos

Karl Friedrich May

Antigua capital de Ardistan, situada en los márgenes del río Suhl. Cuando el río se secó, la ciudad fue abandonada y se construyó en Ard una nueva capital. La antigua permaneció vacía durante siglos; sólo uno o dos de los edificios se usaban como prisiones. Pocas personas, excepto algunos dignatarios religiosos de Ardistán, visitaron jamás la ciudad, de modo que no existen descripciones completas.

El Suhl fluye ahora nuevamente y, gracias al clima seco de la zona, la ciudad se conserva perfectamente. El sector oriental es el antiguo barrio residencial, con sus casas, iglesias y mezquitas todavía intactas. La impresión que domina al visitante es la de desolación y de un sueño parecido a la muerte, pero no es difícil imaginar lo que pudo ser la belleza de esta gran ciudad. En la ribera oeste se yergue la ciudadela amurallada, prácticamente una ciudad militar apartada del resto. Su flanco occidental se apoya en las laderas de las montañas circundantes, y sus muros y torres son tan sólidos que la ciudadela es casi inexpugnable.

La Ciudad de los Muertos guarda muchos secretos importantes que sólo conocen los prelados de Ardistán. En algunas de las prisiones, por ejemplo, el suelo se da la vuelta haciendo caer a los desprevenidos prisioneros en hondos recintos que hay bajo tierra. Pasadizos subterráneos y antiguos canales de agua ahora cubiertos constituyen las entradas secretas a la ciudadela. Al oeste de la fortaleza se encuentra el Lago Maha-Lama. El cráter que formó el lago está completamente rodeado de abruptas paredes de roca. Todo lo que se puede ver desde arriba es la parte superior de la estatua de un ángel. Los pocos que han visitado la ciudad han evitado esta zona por miedo, tal vez porque recuerdan antiguas leyendas del lugar. Dicen que el lago fue creado por el diablo y que éste le dijo a un sumo sacerdote de Maha-Lama que viviría cien años más si ahogaba en el lago a todos aquellos que lo ofendieran. El Maha-Lama, antes amado por su pueblo, perdió la simpatía popular. Cientos de personas perecieron ahogadas en el lago, que llegó a estar atestado de cadáveres, de forma que el sacerdote no pudo cumplir su compromiso. Entonces el diablo se lo llevó.

El suelo del cráter está seco desde hace siglos y extrañas estatuas han sido talladas en las paredes. Columnas y puertas jalonan esos muros a espacios regulares; por ellas se accede a un vasto palacio subterráneo de más de trescientas habitaciones. Las puertas, en las que hay leyendas escritas en diversas lenguas orientales, se abren haciendo girar una imagen metálica del sol. En el interior hallará el viajero muchos talleres, depósitos y dormitorios, y también enfermerías y tumbas.

El edificio más impresionante del cráter es probablemente el templo excavado en la roca. En torno a sus paredes circulares corre una espiral de asientos que va desde el suelo hasta el punto más alto del techo. Una balaustrada recorre el borde exterior de esta galería, con centenares de aberturas, en cada una de las cuales hay una vela. Al pie de la espiral, el viajero verá un sencillo púlpito de piedra. La acústica es tan perfecta que las palabras pronunciadas abajo se oyen en lo más alto de la espiral de asientos. Lo mismo que los otros edificios subterráneos, el templo está iluminado por ventanas horizontales de una especie de mica transparente como el cristal.

Construidas en la roca, el viajero verá también dos djemmas, o cámaras del consejo. Una de ellas es la djemma de los Muertos, así llamada porque alberga los cuerpos momificados de los gobernantes muertos de Ardistán. Allí se ven sentados los reyes y sumos sacerdotes difuntos, como los jueces en una sala de justicia. En sus manos envueltas en vendas sostienen cuadernos donde están consignados los crímenes que cometieron en vida.

Otro de los secretos de la Ciudad de los Muertos se halla debajo de la figura de un ángel que está en en centro del lago Maha-Lama. Este ángel, como los de El Hadd y Ussulistan, señala el sitio donde hay aguas subterráneas, en este caso un gran estanque que se llena mediante tuberías escondidas.

En la Ciudad de los Muertos se han descubierto grandes cantidades de tablillas de arcilla escritas en caracteres antiquísimos. Narran la historia primitiva de Ardistán, especialmente el período comprendido entre la etapa anterior al alzamiento de los Mirs y el declinar del poderío de los antiguos jefes religiosos. También han sido hallados muchos retratos de antiguos gobernantes, lo cual ha permitido ampliar nuestro conocimiento de este antiguo reino.
Karl Friedrich May
Ardistan