Karl Friedrich May
Antigua capital de Ardistan, situada en los márgenes del río Suhl. Cuando el río se secó, la ciudad fue abandonada y se construyó en Ard una nueva capital. La antigua permaneció vacía durante siglos; sólo uno o dos de los edificios se usaban como prisiones. Pocas personas, excepto algunos dignatarios religiosos de Ardistán, visitaron jamás la ciudad, de modo que no existen descripciones completas.
El Suhl fluye ahora nuevamente y, gracias al clima seco de la zona, la ciudad se conserva perfectamente. El sector oriental es el antiguo barrio residencial, con sus casas, iglesias y mezquitas todavía intactas. La impresión que domina al visitante es la de desolación y de un sueño parecido a la muerte, pero no es difícil imaginar lo que pudo ser la belleza de esta gran ciudad. En la ribera oeste se yergue la ciudadela amurallada, prácticamente una ciudad militar apartada del resto. Su flanco occidental se apoya en las laderas de las montañas circundantes, y sus muros y torres son tan sólidos que la ciudadela es casi inexpugnable.
La Ciudad de los Muertos guarda muchos secretos importantes que sólo conocen los prelados de Ardistán. En algunas de las prisiones, por ejemplo, el suelo se da la vuelta haciendo caer a los desprevenidos prisioneros en hondos recintos que hay bajo tierra. Pasadizos subterráneos y antiguos canales de agua ahora cubiertos constituyen las entradas secretas a la ciudadela. Al oeste de la fortaleza se encuentra el Lago Maha-Lama. El cráter que formó el lago está completamente rodeado de abruptas paredes de roca. Todo lo que se puede ver desde arriba es la parte superior de la estatua de un ángel. Los pocos que han visitado la ciudad han evitado esta zona por miedo, tal vez porque recuerdan antiguas leyendas del lugar. Dicen que el lago fue creado por el diablo y que éste le dijo a un sumo sacerdote de Maha-Lama que viviría cien años más si ahogaba en el lago a todos aquellos que lo ofendieran. El Maha-Lama, antes amado por su pueblo, perdió la simpatía popular. Cientos de personas perecieron ahogadas en el lago, que llegó a estar atestado de cadáveres, de forma que el sacerdote no pudo cumplir su compromiso. Entonces el diablo se lo llevó.
El suelo del cráter está seco desde hace siglos y extrañas estatuas han sido talladas en las paredes. Columnas y puertas jalonan esos muros a espacios regulares; por ellas se accede a un vasto palacio subterráneo de más de trescientas habitaciones. Las puertas, en las que hay leyendas escritas en diversas lenguas orientales, se abren haciendo girar una imagen metálica del sol. En el interior hallará el viajero muchos talleres, depósitos y dormitorios, y también enfermerías y tumbas.
El edificio más impresionante del cráter es probablemente el templo excavado en la roca. En torno a sus paredes circulares corre una espiral de asientos que va desde el suelo hasta el punto más alto del techo. Una balaustrada recorre el borde exterior de esta galería, con centenares de aberturas, en cada una de las cuales hay una vela. Al pie de la espiral, el viajero verá un sencillo púlpito de piedra. La acústica es tan perfecta que las palabras pronunciadas abajo se oyen en lo más alto de la espiral de asientos. Lo mismo que los otros edificios subterráneos, el templo está iluminado por ventanas horizontales de una especie de mica transparente como el cristal.
Construidas en la roca, el viajero verá también dos djemmas, o cámaras del consejo. Una de ellas es la djemma de los Muertos, así llamada porque alberga los cuerpos momificados de los gobernantes muertos de Ardistán. Allí se ven sentados los reyes y sumos sacerdotes difuntos, como los jueces en una sala de justicia. En sus manos envueltas en vendas sostienen cuadernos donde están consignados los crímenes que cometieron en vida.
Otro de los secretos de la Ciudad de los Muertos se halla debajo de la figura de un ángel que está en en centro del lago Maha-Lama. Este ángel, como los de El Hadd y Ussulistan, señala el sitio donde hay aguas subterráneas, en este caso un gran estanque que se llena mediante tuberías escondidas.
En la Ciudad de los Muertos se han descubierto grandes cantidades de tablillas de arcilla escritas en caracteres antiquísimos. Narran la historia primitiva de Ardistán, especialmente el período comprendido entre la etapa anterior al alzamiento de los Mirs y el declinar del poderío de los antiguos jefes religiosos. También han sido hallados muchos retratos de antiguos gobernantes, lo cual ha permitido ampliar nuestro conocimiento de este antiguo reino.
Karl Friedrich May
Ardistan