Fernando Valverde
Sobre el puente de Princip
un tumulto de ancianos vigila la ciudad.
No parece que pase ningún río.
28 de junio,
una placa recuerda los disparos que siguieron después
hasta llenar de huérfanos las plazas.
Sin hermanos mayores,
la vida en Sarajevo se parece a un tranvía.
No ha cubierto la hierba llas llagas de sus parques,
sólo los gatos saben dónde ir,
han tomado las calles
y hay cartones de leche delante de las puertas.
Se estrelló la miseria en las paredes,
no han podido los árboles ocultar la evidencia.
Junto al estadio olímpico
deambulan fantasmas entre las margaritas.
No existe periferia en Sarajevo,
los teléfonos hablan con sigilo
del humo blanco de las chimeneas
y sus cinco montañas
advierten de la lluvia sobre las tejas rojas.
Ha bajado el infierno a esta ciudad,
se ha llenado de rostros
convertidos en piel de los mercados,
en vigas de madera que sostuvieron túneles
y en un amor tan simple como el pulso.
No parece que pase ningún río,
aunque los puentes crucen hacia el norte
y el verano parezca
un lugar donde pueden descansar los pulmones,
un horizonte nuevo que viaja en los tranvías.
un tumulto de ancianos vigila la ciudad.

No parece que pase ningún río.
28 de junio,
una placa recuerda los disparos que siguieron después
hasta llenar de huérfanos las plazas.
Sin hermanos mayores,
la vida en Sarajevo se parece a un tranvía.
No ha cubierto la hierba llas llagas de sus parques,
sólo los gatos saben dónde ir,
han tomado las calles
y hay cartones de leche delante de las puertas.
Se estrelló la miseria en las paredes,
no han podido los árboles ocultar la evidencia.
Junto al estadio olímpico
deambulan fantasmas entre las margaritas.
No existe periferia en Sarajevo,
los teléfonos hablan con sigilo
del humo blanco de las chimeneas
y sus cinco montañas
advierten de la lluvia sobre las tejas rojas.
Ha bajado el infierno a esta ciudad,
se ha llenado de rostros
convertidos en piel de los mercados,
en vigas de madera que sostuvieron túneles
y en un amor tan simple como el pulso.
No parece que pase ningún río,
aunque los puentes crucen hacia el norte
y el verano parezca
un lugar donde pueden descansar los pulmones,
un horizonte nuevo que viaja en los tranvías.
Fernando Valverde