Milán

María M. Bautista

Yo puedo ver, si están ciegos mis ojos,
el alma que atraviesan las astillas,
toda temblando. Alrededor las calles,
que se tuercen hasta llegar al centro,
o las calles que van al extrarradio
para encontrar las fábricas en ruinas.
Así viene Milán a mi memoria:
bajo la luz del alto sol de julio,
o frío entre la niebla de febrero,
coronado de astillas y de mármol.


María M. Bautista

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