Alejandría

Juan Van Halen

La fundación de un joven dios, la historia
de Occidente y Oriente en un destino,
el sueño de Aristóteles, el sino
de ser la decadencia y ser la gloria.
Cien veces destruida y recobrada,
púrpuras y cenizas dieron lumbre
a tu memoria, terca certidumbre
de una fugaz grandeza naufragada.
El tiempo hace y deshace los imperios,
está tejido y destejiendo el mundo.
En el fondo de un pozo, en lo profundo,
laten a muerte todos sus misterios.
Al cabo, escrita está tu historia triste:
tu biblioteca, un memorial de fuego,
tu faro, un enigmático ojo ciego.
Naufragio y dejación de lo que fuiste.
Pero tu nombre vive en la porfía
de lo ya irremediable. Alejandría.

Juan Van Halen

Mapamundi (Primera Clase de Español para Extranjeros)

Irene Sánchez Carrón

Sobre el mapa tu dedo avanza firme
cruzando negras fronteras y montañas de nieve,
a través de llanuras extensas con ciudades,
hasta adentrarse
en el lejano país que querías mostrarme.

De repente te paras.
Acaricias
el cauce azul del río, sus fértiles orillas,
las veredas, las piedras, los tejados,
la entrada de tu casa.

Por fin hemos llegado.
Buscas entre las sambras la sombra de aquel árbol
bajo el que te dormías y soñabas
con lugares remotos,
como éste,
en lejanos países,
como el mío,
con ciudades pequeñas,
como ésta,
apenas señaladas en los mapas,
lugares como éste
en el que nuestras manos
han venido a encontrarse.

Irene Sánchez Carrón

Ningún mensaje nuevo

New York, New York (Un paseo musical)



New York, New York - Carey Mulligan (from the movie Shame)
Chelsea Hotel N. 2 - Leonard Cohen   |   Lyrics
Chelsea Hotel Oral Sex Song - Jeffrey Lewis   |   Lyrics
New York, New York - Ryan Adams   |   Lyrics
New York State of Mind - Billy Joel
Coney Island Cyclone -
Mercury Rev
Brooklyn -
Creaky Boards
Downtown Train - Tom Waits
My Blue Manhattan - Ryan Adams   |   Lyrics
Fairytale in New York - The Pogues and Kirsty MacColl
Harlem Sunrise -
Rainbow Arabia
Last Tango in Brooklyn -
Frightened Rabbit
The O.L.B. in New York -
S & G
Take a Walk on the Wild Side - Lou Reed
Lovecraft in Brooklyn -
The Mountain Goats
Marching Bands of Manhattan -
Death Cab for Cutie
New York -
Cat Power
New York City -
They Might Be Giants
New York I Love You But You'r Bringing Me Down -
LCD Soundsystem
Autumn In New York -
Billie Holiday
New York Mining Desaster - Bee Gees
NYC-Gone,Gone - Conor Oberst
Piazza, New York Catcher -
Belle and Sebastian
Positively 4th street -
Bob Dylan
New York_city -
John Lennon
New York Fever -
The Toasters
Superman -
The Kinks
New York City Blues 1 -
Eric Clapton, Jeff Beck & Jimmy Page
Hello Brooklyn -
Jay Z and Lil Wayne 
Empire State of Mind - Jay Z and Alicia Keys

Herramientas de viaje

Felipe Benítez Reyes

Cuando comprendió que su vida sería definitivamente una melancólica rutina de facturas y catarros, de comidas económicas y domingos sin provecho; cuando se imaginó el futuro como una bola de nieve que, en vez de ir engrosándose y tomando majestad, iría menguando, lo primero que hizo Fabián Moret fue comprarse un sable de pirata, un atlas y una agenda.
Lo más complicado, por supuesto, fue encontrar el sable, pero al fin pudo hacerse con uno - la hoja algo picada por el moho y el entorchado de la empuñadura desmochado - en un anticuario fantasioso, que se lo cobró como si con él hubiese cortado una cuantas cabezas el propio Barbarroja y fuera pieza de museo, cuando se veía que aquel sable había servido para un baile de máscaras o que procedía, como mucho del estudio de algún fotógrafo entre artístico y chirigotero, de esos que disfrazaban a la clientela de pastora rococó o de militar condecorado en el país de las nebulosas.
Una vez hecho con aquel utillaje, escribió su nombre en las primeras páginas de la agenda y del atlas y colgó el sable de una pared.«Ahora va a empezar lo bueno», se dijo. Y nada más decirlo, se acordó de que tenía por algún sitio un globo terráqueo de hueso que señalaba la ruta de Magallanes, de modo que se puso a buscarlo por el trastero y, cuando dio con él, lo colocó encima de la mesa. «Esto va cada vez mejor», se dijo entonces.
Quería hacer las cosas con el mismo método caprichoso con que se rige la vida, entre la incoherencia y la simetría, así que abrió el atlas al azar, cerró los ojos y señaló con el dedo un punto que resultó no ser otro que la estepa de Ishim, entre Poltavka y Bulaievo. Abrió la agenda y en la casilla correspondiente al 1 de enero anotó: «Estepa de Ishim. Hemos llegado de noche y el viento sopla con fuerza. Andamos mal de provisiones. Los ojos de los caballos están cada día más nublados y oscuros. Nos habían avisado de la epidemia. Mañana será otro día». Pero Fabián Moret no pudo esperar al día siguiente y al ratp prosiguió su deambular ciego por aquella página del atlas, abigarrada de nombres fabulosos y remotos: «Vamos camino de Irtish. Pasado mañana tenemos que estar sin falta en Chisttozernoie para entregar el cateljo de oro a la zarina...»
Y cada vez que anotaba uno de aquellos topónimos recreaba en su imaginación la viveza exótica de las grandes llanuras heladas, su viento con nieve de confeti, la silueta de un lobo al escurrirse entre los abetos como la imagen misma de lo turbio y lo sombrío. «Sabemos que están emboscados en las afueras de Omsk. Me enteré de que le habían robado una partida de rifles a un turco. El capitán Záitsev, responsable de la matanza de niños en Tatarsk, no ha conseguido perdonarme - a pesar de los muchos años transcurridos - el que su hija menor se escapase conmigo tras aquella fiesta del jabalí, cuando todos andábamos bailones y lascivos por culpa del vino de Kurgan, que, según la leyenda, anubla el corazón de los solteros y viudos, pues son sus pisadores los cuatro ángeles dementes que insultaron a Dios... »
Fabián Moret, de joven, había querido viajar para hacerse cosmopolita y rico, pues pensaba que el mundo era un secreto inexplorado, un inocente lugar habitado por gente sin chispa mercantil, ignorante de las posibilidades comerciales del cacao, la caoba, el marfil y los zafiros, y que sólo era cuesión de lanzarse a la conquiesta de todo aquello, con una enciclopedia bajo el brazo, para llevar a los más imprevistos lugares el misterio perfecto de la rueda, la versátil eficacia del alicage o el grato pasatiempo utilitario que representaba la máquina de coser. Pero, entre cosa y cosa, Fabián no había llegado a salir del pueb.o más que en tres ocasiones: cuando lo llamaron a servir a Montejaque y lo mandaron de vuelta al mes y pico, cuando se acercó en autobús a la verbena de Ubrique y cuando fue a comprar una partida de telas a la capital.
Había montado un bazar de categoría y abundancia, en el que lo mismo podía adquirirse una pala de botones de carey, una estilográfica que un casco de albañil, un sombrero que una brocha. Parecía aquel comercio un botín pirata expuesto al público, y tenía Fabián Moret sentimientos de mucha gallardía hacia sí mismo cuando se paraba a observar sus existencias, de género tan útil y variado, y hacía balance: «Aquí tengo invertido por lo menos un millón, sin contar las frutas y verduras», y, en los ratos en que no había clientela, llegaba a coger un papel para hacer cuentas: «Dos carrillos de mano, quince mil; veinte cajas de carretes de hilo, treinta mil; una palangana, tres mil doscientas; doce escobas, tres mil seiscientas...», hasta que sumaa todo aquello y le salía una cifra imponente, y se ponía a amasar quimeras: si llegasen de pronto todos los vecinos y se pusieran a comprar como gente tarumba, aquel unos guantes de faena, aquella un centenar de dedales, aquel otro varios bidones de pintura... Si ocurriese algo así, él cerraría el negocio por una temporada y con todo aquel dinero súbito se iría a... El dedo señaló nada menos que la región de Kardofan, donde la noche estaba muy cerrada y bochornosa, con estrellas que parecían desprenderse del cielo, por lo mucho que titilaban, con la intermitencia de un faro remoto...
Al cabo de unos meses, Fabían Moret había recorrido muchas tierras y mares. El azar le había llevado dos veces a Canadá, tres veces a Brasil y otras tantas al valle del Nilo. Había viajado en camello, en berlina y en fragata. Había tenido amores con mujeres de todas las razas y había luchado contra los caudillos más sanguinarios de la cristiandad y de la morería. Algunas noches, descogaba el sable y daba unos cuantos espadazos al aire. O giraba su globo terráqueo y decía, ahuecando mucho la voz: «¡Magallanes, Magallanes!», como si lo retara.
En el bazar, en las horas tranquilas, releía su agenda: «Mañana partimos hacia Maracaibo. El mago loco de Bucaramanga me echó una maldición, pero el progreso avanza, irreductible, a través de la selva...».
Fabián Moret echaba cada tarde el cierre a su negocio y se marchaba a casa a viajar de manera ilusoria y a dar noticia escrita de sus expediciones. Cuando no lograba trenzar una historia, miraba el sable, como si fuese el talismán de su inspiración, y entonces fluía todo: «Cuando las pobres gentes de Mabuki me vieron llegar, en mi caballo lucero, con la espada en alto...».
Nadie hubiera podido sospechar, en aquel lejano día, cuando Fabían Moret comprendió, entre otras cosas, que la vida era una melancólica huida hacia ninguna parte, para qué quería aquel viejo una espada de pirata, un atlas y una agenda.

Felipe Benítez Reyes

Un mundo peligroso


Collection of stamps



Collection of Stamps

I've got one from Spain
and two from Japan
I've got a couple from Israel and Azerbadjan
I've got a plenty from Poland but none from Sudan
or from Fiji or Uzbekistan

You know I can't believe I'm telling everyone that I know
That every stamp in my collection is a place we could go!

And I've got one from Chad
and two from Nepal
I've got a couple from India and Benin as well
I've got a plenty from Poland but none from Sudan
or from Fiji or Uzbekistan.

I'm From Barcelona

Las Ciudades y los Ojos. 4 - Fílides


Italo Calvino

Al llegar a Fílides, te complaces en observar cuántos puentes distintos uno del otro atraviesan los canales: convexos, cubiertos, sobre pilastras, sobre barcas, colgantes, con parapetos calados; cuántas variedades de ventanas se asoman a las calles: en ajimez, moriscas, lanceoladas, ojivales, coronadas por lunetas o por rosetones; cuántas especies de pavimentos cubren el suelo: cantos rodados, lastrones, grava, baldosas blancas y azules. En cada uno de sus puntos la ciudad ofrece sorpresas a la vista: una mata de alcaparras que asoma por los muros de la fortaleza, las estatuas de tres reinas sobre una ménsula, una cúpula en forma de cebolla con tres cebollitas enhebradas en la aguja. “Feliz el que tiene todos los días a Fílides delante de los ojos y no termina nunca de ver las cosas que contiene”, exclamas, con la pesadumbre de tener que dejar la ciudad después de haberla sólo rozado con la mirada. Te ocurre a veces que te detienes en Fílides y pasas allí el resto de tus días. Pronto la ciudad se decolora ante tus ojos, se borran los rosetones, las estatuas sobre las ménsulas, las cúpulas. Como todos los habitantes de Fílides, sigues líneas en zigzag de una calle a la otra, distingues zonas de sol y zonas de sombra, aquí una puerta, allá una escalera, un banco donde puedes apoyar el cesto, una cuneta donde el pie tropieza si no te fijas. Todo el resto de la ciudad es invisible. Fílides es un espacio donde se trazan recorridos entre puntos suspendidos en el vacío, el camino más corto para llegar a la tienda de aquel comerciante evitando la ventanilla de aquel acreedor. Tus pasos persiguen no lo que se encuentra fuera de los ojos sino adentro, sepulto y borrado: si entre dos soportales uno sigue pareciéndote más alegre es porque por el pasaba hace treinta años una muchacha de anchas mangas bordadas, o bien sólo porque recibe la luz a cierta hora, como aquel soportal que ya no recuerdas dónde estaba. Millones de ojos se alzan hasta ventanas puentes alcaparras y es como si recorrieran una página en blanco. Muchas son las ciudades como Fílides que se sustraen a las miradas, salvo si las atrapas por sorpresa.


Italo Calvino

Las ciudades invisibles

Las Ciudades y el Cielo. 3 - Tecla


Italo Calvino

El que llega a Tecla poco ve de la ciudad, detrás de las cercas de tablas, los abrigos de arpillera, los andamios, las armazones metálicas, los puentes de madera colgados de cables o sostenidos por caballetes, las escalas de cuerda, los esqueletos de alambre. A la pregunta: —¿por qué la construcción de Tecla se hace tan larga?— los habitantes, sin dejar de levantar cubos, de bajar plomadas, de mover de arriba abajo largos pinceles: —Para que no empiece la destrucción —responden. E interrogados sobre si temen que apenas quitados los andamios la ciudad empiece a resquebrajarse y hacerse pedazos, añaden con prisa, en voz baja: —No sólo la ciudad.
Si, insatisfecho con la respuesta, alguno apoya el ojo en la rendija de una empalizada, ve grúas que suben otras grúas, armazones que cubren otras armazones, vigas que apuntalan otras vigas.
—¿Que sentido tiene este construir?—pregunta—. ¿Cuál es el fin de una ciudad en construcción sino una ciudad? ¿Dónde está el plano que siguen, el proyecto?
—Te lo mostraremos apenas termine la jornada; ahora no podemos interrumpir —responden.
El trabajo cesa al atardecer. Cae la noche sobre la obra en construcción. Es una noche estrellada.
—Éste es el proyecto— dicen.


Italo Calvino

Las ciudades invisibles

Las Ciudades Sutiles 1 - Diomira


Italo Calvino

Se supone que Isaura, ciudad de los mil pozos, surge sobre un profundo lago subterráneo. Dondequiera que los habitantes, excavando en la tierra largos agujeros verticales, han conseguido sacar agua, hasta allí y no más lejos se ha extendido la ciudad: su perímetro verdeante repite el de las orillas oscuras del lago sepulto, un paisaje invisible condiciona el visible, todo lo que se mueve al sol es impelido por la ola que bate encerrada bajo el cielo calcáreo de la roca. En consecuencia, religiones de dos especies se dan en Isaura. Los dioses de la ciudad, según algunos, habitan en las profundidades, en el lago negro que alimenta las venas subterráneas. Según otros, los dioses habitan en los cubos que suben colgados de la cuerda cuando aparecen fuera del brocal de los pozos, en las roldanas que giran, en los cabrestantes de las norias, en las palancas de las bombas, en las palas de los molinos de viento que suben el agua de las perforaciones, en los andamiajes de tela metálica que encauzan el enroscarse de las sondas, en los tanques posados en zancos sobre los techos, en los arcos delgados de los acueductos, en todas las columnas de agua, las tuberías verticales, los sifones, los rebosaderos, subiendo hasta las veletas que coronan las aéreas estructuras de Isaura, ciudad que se vuelve toda hacia lo alto.


Italo Calvino

Las ciudades invisibles

Sahara

Les Très Bien Ensemble


Hier je suis arrivée de nuit au Sahara
Je veux y rester pour toujours
Tout près de l’Algérie
Je cesserai d’avoir ou de ne pas avoir
Luciole de l’Occident
C’est l’inmensité
Tu vois…je me suis rendue compte finallement
De nuit tu dois venir ici, en te connectant
Tu vois, je me suis rendue compte aujourd’hui
On m’a dessiné une fable ici
En me connectant
Quelle chaleur!
Une gorgée seulement un jour de soleil
Tout pourrait être pire et maintenant je le comprends…
Tu vois…je me suis rendu compte finallement
De nuit tu dois venir ici, en te connectant
Tu vois, je me suis rendue compte aujourd’hui
On m’a dessiné une fable ici
En me connectant
Les Très Bien Ensemble

Las Ciudades y la Memoria. 2 - Isidora

Italo Calvino

Al hombre que cabalga largamente por tierras agrestes le asalta el deseo de una ciudad. Finalmente llega a Isidora, ciudad donde los palacios tienen escaleras de caracol incrustadas de caracolas marinas, donde se fabrican con todas las reglas del arte catalejos y violines, donde cuando el forastero está indeciso entre dos mujeres siempre encuentra una tercera, donde las peleas de gallos degeneran en riñas sangrientas entre los que apuestan. En todas estas cosas pensaba el hombre cuando deseaba una ciudad. Isidora es, pues, la ciudad de sus sueños; con una diferencia. La ciudad soñada lo contenía joven; a Isidora llega a edad avanzada. En la plaza hay un murete desde donde los viejos miran pasar a la juventud: el hombre está sentado en fila con ellos. Los deseos ya son recuerdos.


Italo Calvino

Las ciudades invisibles

Cowan City - Amonit - Landing City














Cowan CityAmonitLanding city

Jacek Yerka

Puertos

Juan José Téllez
Viejos muelles de Bristol, oíd mi corazón amotinado.

Ojos como antorchas incendiando la noche
bajaban por el glaciar callejero de Hong Kong.

Hay un paquebote anclado en la húmeda calma
de Rotterdam, sin carga ni piloto.

Pero en la taberna de Recibe probé tus ojos
poblados como un galeón hundido para siempre
cuando buscaba la ruta de Cartagena de Indias.

Morena de La Habana, sentí fiebre en Charleston.

Zarpé de Vladivostok y derivé a Corea,
cautivo y a tu pairo como un delfín arponeado.

Al sur del cabo Stad, un buque bordeaba los fiordos:
larga noche del Báltico, rubias de Copenhague.

Reparábamos en Bilbao, bajo la lluvia en la ría:
hombros tatuados con muchachas y lugares,
pero yo no recordaba de donde procedíamos.

Viento de Rodas y olas de Samarinda.

Compré un pasaporte falso al hampa de Brisbane
cuando navegaba al mando de un turco tuerto.

Robé en Valparaíso su diadema dorada
a una millonaria que no la echó de menos.

Te besé en Asmara y te olvidé en Bombay,
oscura cortesana de Malabo,
con los brazos comidos por las hormigas.
Juan José Téllez
Trasatlántico

Las ciudades

Las mañanas radiantes, tus mañanas.
México, Nueva York, El Cairo, Múnich.

La luz del sol helada en Nueva York,
El Cairo de los dioses que son soles,
único sol radiante mexicano,
resplandeciente luz sin sol de Múnich.

Mi alma es un paisaje de este mundo.
Mi alma coronada entre tus muros.
Tus muros las ciudades de mi mundo,
mañanas de mis ojos tus mañanas.

Las tardes luminosas del Hipódromo.
El fin que fue corona del principio
en Estambul, que fue Constantinopla.
Las radiantes mañanas de tus ojos.

II

Mis ojos despentando tus ciudades,
la tarde oscurenciendo mis mañanas,
la tarde sin tus luces coronada,
las sombras de la tarde entre mis muros.

Mi mundo sin tus muros coronado,
la soledad, el cerco sosegaba,
las sombras despejándose en mi alma,
las mañanas de luz en tus ciudades.

No hay mañanas triunfantes, tus mañanas,
sólo muros creciendo entre las sombras,
las sombras de tus tardes en mis ojos,
las noches de tu alma en mi mirada.

Corona de luceros mis ciudades,
la historia entre las sombras de la tarde,
mi alma liberada entre los muros,
recordando mi mundo y tus ciudades.

Julia Barella

C.C.J. en las ciudades

London Town



Emily Loizeau & Andrew Brid
London town
My heart is falling down
Will it break on the ground
For you
I'm in love in London town

Je cherche la bonne recette
Qui fait que si tout s'arrête
Ma peine resterait discrète
Discrète

Mais nous nous sommes envolés
Oui nous nous sommes soulevés
Et j'ai peur de mon coeur
Cassé

London town
My heart is falling down
Will it break on the ground
For you
I'm in love in London town

Deux oiseaux dans l'espace
Ton reflet dans la glace
Mon chagrin qui ne passe pas

Et ce doux souvenir
De nous va-t-il vieillir
Comme une carte trop pâle
Trop pâle ?

Y a-t-il un élixir
Une formule à écrire
Pour prolonger la fête
La fête ?

Pour réveiller Juliette
Avant que les coeurs ne s'arrêtent
Pour recoller les miettes
Les miettes ?

London town
My heart is falling down
Will it break on the ground
For you
I'm in love in London town



Berlín

Jesús Ferrero

- Hace diez años - comentó Lucrecia -, la noche tenía ya este mismo espesor de selva de hormingón, y al fondo de todos los encuentros y desencuentros, los amores y desamores, se oían los mismos tambores contumaces: ese ritmo del corazón del que hablamos y que nos persigue desde la infancia...
- Sí, hace diez años la noche estaba ya desgarrada.
- Claro que lo estaba, aquí y en toda Europa, sólo que aquí, en Berlín, ese desgarrón no se sentía ni se siente como una absoluta pesadilla, quizá porque en Berlín es otro el estilo de vivir y otro el estilo de compartir ese mórbido calor que depara la derrota - me dijo con una voz roca y suave, y de pronto sonrió como sonríen las chicas en la noche de Berlín.
Le miré a los ojos y tuve la impresión de que decía la verdad. Un calor especial se sentía allí.
El arte podía ocultar el aquí y escamotear el ahora, pensé, pero allí, en ese instante, el arte no ocultaba nada porque era en sí mismo la vida: una mirada vaga o explícita, una sonrisa tal vez extraña, una copa que estalla junto a la chica de medias rojas, una copa que estalla en la memoria y nos obliga a mirarnos de otra forma bajo las luces del bar. Una bomba que cayó, que cae, que caerá, y esa sensanción que comunican a veces los berlineses de que todo está perdido, o se perdió, o se perderá, y esa pérfida calidad que da a las sonrisas la quiebra continua de la verdad.
Todo en Berlín es algo más que derrota.

Jesús Ferrero

Lucrecia Temple. Encuentro en Berlín

Consejos para extranjeros

Jorge Riechmann
En la ciudad donde no puedas
decir la verdad,
decirla.
En la ciudad donde puedas
decir la verdad, trabajar
para convertirla en mentira.

Jorge Riechmann

Cuaderno de Berlín, 1986-1987