Muralla en ruinas

Trinidad Gan

Ando por la ciudad,
a mis espalda la sombra de tu ausencia.
Voy buscando un ocaso,
una mancha de rojo en la línea del cielo
donde tender, como siempre, las lágrimas.

Y me encuentro que ya no pierdo el norte
aunque no estés de brújula,
la alegría del viento
levantando mi falda
y una muralla en ruinas
- en la que ayer hubiera colgado el corazón
y su desahucio -
y sobre la que hoy me miran,
felices, las cigüeñas.

Trinidad Gan

Caja de fotos

Estambul

Carmelo Sánchez Muros

El corazón flotante me lleva por las aguas alteradas del Bósforo. Allí, Asia. Y Aquí, el centelleo áureo de la ciudad extendida, descendiendo hasta el agua para encontrar su líquido reflejo. La colina dispara minaretes al cierlo, sobre el Cuerno de Oro incendiado de la tarde. Bulle en la orilla el activo comercio, donde saltan los peces sus última agonía. Aya Sofía (la Sabiduría Santa) preside con su mole la cúpula del cielo, como un orbe de sangre sobre Constantinopla. Suena la voz de Alá, hacia los cuatro Puntos, recordando el precepto que impusiera el Profeta.

Las profundas cisternas, bajo el intenso tráfico, empozan capiteles en el rumor undísono de la líquida entraña de la ciudad frenética. El arrabal se alarga hasta la Mar de Mármara. Se orillan los palacios al borde del Estrecho, atesorando gemas que en sus quilates fulgen. En la ribera atracan, incesantes, los ferrys. Yo encamino mis pasos a la Puerta Sublime.

Carmelo Sánchez Muros

Memorias de Siete Leguas

Instantáneas VII

Trinidad Gan
Queda al fondo de la caja, sola
una fotografía de Granada.
En ella la ciudad se nos presenta
con el mismo color de las heridas,
abierta, limpiamente, como un libro,
llevando en cada página una marca.

Hay esquina dobladas bajo el peso
de teléfonos mudos y domingos.
Tres calles y una cuesta se subrayan
con la visible línea del deseo.
También entre las hojas de la puerta
de un cine, están guardadas voces secas
y unos versos asoman, separando,
un barrio y otro barrio de esta historia.

Y la ciudad se cubre con la pátina
de una noche de luna y con hogueras:
aquélla en que creí que, finalmente,
tus manos me salvaban de la quema.

Trinidad Gan

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