Estambul  

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Carmelo Sánchez Muros

El corazón flotante me lleva por las aguas alteradas del Bósforo. Allí, Asia. Y Aquí, el centelleo áureo de la ciudad extendida, descendiendo hasta el agua para encontrar su líquido reflejo. La colina dispara minaretes al cierlo, sobre el Cuerno de Oro incendiado de la tarde. Bulle en la orilla el activo comercio, donde saltan los peces sus última agonía. Aya Sofía (la Sabiduría Santa) preside con su mole la cúpula del cielo, como un orbe de sangre sobre Constantinopla. Suena la voz de Alá, hacia los cuatro Puntos, recordando el precepto que impusiera el Profeta.

Las profundas cisternas, bajo el intenso tráfico, empozan capiteles en el rumor undísono de la líquida entraña de la ciudad frenética. El arrabal se alarga hasta la Mar de Mármara. Se orillan los palacios al borde del Estrecho, atesorando gemas que en sus quilates fulgen. En la ribera atracan, incesantes, los ferrys. Yo encamino mis pasos a la Puerta Sublime.

Carmelo Sánchez Muros

Memorias de Siete Leguas

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