Apunte para un canto a Lisboa

José Ángel Cilleruelo

El recuerdo propio se desvanece,
Cada día más aislado y lejano
Y de otro, se olvida como si un ángel
Caído nos tomara por el hombro
En la tarde añilada: Sebastiao sou.
Como si al anochecer nos amparara
Con su desasosiego ilimitado
En enjuto y genial traductor de almas.
En una desvencijada pensión
Se remansa mi vida como el agua
Torpe del río que todo lo ha visto.
Fuera circulan tranvías, personas,
Miro sus ojos durante un instante
y con su memoria trazo los versos.
José Ángel Cilleruelo

Lisboa: un recuerdo

Juan Lamillar

Puede que sea Lisboa tu voluntad perdida,
la ciudad entre salmos que continúa llamándote.
Aunque volver sería peregrinar en vano,
sé que regresarás, solitario y vencido,
perdiéndote en Alfama, como si nunca
hubieses transitado su laberinto humilde.
¿Recuerdas, además de azulejos y tranvías,
el acordeón suplicante de aquel ciego,
sorpresa hiriente en los pasillos grises
del metro, allá en la Baixa?
Arrasaba su música el silencio de estío
y la canción vulgar sonaba por solas galerías,
transformada en lamento.

Subir hacia la luz significó aquel día
abandonar a Orfeo a su doble tiniebla.

Juan Lamillar

Una ventana al mundo

Andrés Trapiello

Para mi hotel de noche un cielo sube
del estuario lentamente. Arde
un tremedal de estrellas y esta plaza
solitaria se queda en silencio.
Sin las luces insomnes del tranvía,
sin su fruto amarillo y sin su estruendo
se adormecen las empinadas calles,
se vacían de niños y las tiendas
y las botillerías van cerrando.
Es suave la colina y son los verdes
una quinta arruinada, unas palmeras,
un aire colonial triste y seguro,
testigos de que el Tajo llega al mar
y al puerto negros buques con bombillas.
¡Es ronca su sirena como el humo!
¡Hermosos animales de la noche,
funerales carrozas por el agua!
Viejas ciudades donde siempre hay gente
asomada al balcón y en las ventanas.
Si yo pudiera estar en esa altura,
miraría en silencio y duraría siempre:
todo el azul, el río y la memoria.
Baja esta calle allí donde no llego
a ver, mi hotel, final donde me miro
y otro por mí deja mi nombre en un
nombre de otra ciudad y otro río.
Andrés Trapiello

Lisboa

Francisco Bejarano

Solo, desde el castillo de San Jorge,
quisiera esta ciudad y su estuario
para ver los crepúsculos y el puerto
y oír lejanos ecos de La Baixa.
Pasar las tardes, solo, en sus jardines
y saber que ninguno me dirá
de otro lugar más bello ni más triste,
que no hay nada más allá, que aquí termina
el mundo deseado, aquí comienza.
Francisco Bejarano

Lisboa

José Luis García Martín

En la impasible ventana un rostro
ciego. El húmedo jardín tras de la verja.
En el regazo de una joven triste
las breves rosas y la luz de otoño.

José Luis García Martín