La ciudad de las delicias

Sergio DeCopete y García

Joven de diecinueve años y una habitación perdida,
muy pobre, en el centro más antiguo de Barcelona.
Desnudo abre la ventana y así respira
algo del gentío que madruga, de las labores,
del frescor de la mañana y de sus sueños.
Y es que son éstas las únicas horas
en que su alma descansa, en que su cuerpo
sen entrega al esfuerzo del deporte
y más tarde se sumerge en los textos en griego,
en castellano, en las sabias palabras.

Pero ¡ay! en cambio el anuncio de la tarde,
cuando las horas bajan y reposan y los colores
ceden sus energías a los jóvenes cuerpos.
¡Ay! el sopor del atardecer, tan delicado,
y la conversación distendida en los cafés,
el aroma de las flores, la algarabía de las ramblas.
Qué encantador y pintoresco resulta todo,
qué inofensivo, qué inocente.

Pero el muchacho, aunque extranjero,
conoce Barcelona mejor que muchos.
Sabe que la sonrisa de quince años que ciudad enseña,
que el leve rubor, que el brillo de sus ojillos,
no son, en absoluto, inocentes, que algo esconden,
y la ciudad, como él, espera impaciente - tiembla de excitación -
los gestos extasiados, los cuerpos entregados que, junto a la noches,
a vicios y placeres se entregan sin reparos.


Sergio DeCopete y García
La ciudad de las delicias

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