Las calles de Copenhague

Benjamín Prado

Las ciudades no existen pero hablamos de ellas.
Verano en Copenhague. Un monopolio
de luz verde parada en las estatuas
públicas, el bosque en las afueras
que contiene un castillo.
                                     Entre los árboles,
la mañana se enfría
como una bala en el corazón de un animal muerto.

Vemos la duración de la rosa: un jardín
del cementerio antiguo con las tumbas
de Andersen y Søren
Kierdegaard, bajo un cielo
que invita a comprender seriamente la vida.
Aunque,
              tal vez,
                          la vida es mejor comprenderla
como la poesía según Coleridge:
de un modo imperfecto y general.

Hay trenes encendidos
que llenan de metal los corazones tristes
cuando pasan
                       y un puerto que recuerda
los últimos poemas
de Baudelaire - como el ladrón que borra
sus pasos en la nieve, así los escritores
de otro tiempo, nos plagin nuestros libros de ahora.

No existen las ciudades
pero existe una forma de mirarlas.

Así hay barcos que llegan al vernao
de las islas; hay días que establecen
su desorden perfecto
- parecido al desorden en los árboles
de un bosque -. Y observamos
la realidad como el lector viajero
que cruza los países
contemplando el paisaje artificial de un libro.

Yo tenía tres modos de pensar
igual que un árbol en el que hay tres mirlos.

Benjamín Prado
El corazón azul del alumbrado

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